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Durante el proceso de cuarentena que vivimos en 2020, casi toda la industria y el comercio cambiaron, y la gráfica podría estar a la cabeza de los sectores que tuvo que reconvertir, ya no su manera de trabajar, sino su razón de ser.

La transformación de taller de impresión a empresa de comunicación multicanal, que tanto veníamos anunciando tiempo atrás, se convirtió en realidad por fuerza de necesidad. 

Podemos observar que la especialización por producto, considerada un valor en otras épocas, hoy no es el modelo más adecuado. 

Las gráficas que mejor se han adaptado al nuevo contexto son capaces de dar soluciones a diversos requerimientos de distintos clientes. Para ello fue clave contar con una estructura pequeña y flexible, capacidad de impresión a demanda, y equipamiento de terminación que acompañe esa demanda. 

Aquellas empresas a las que la cuarentena encontró cumpliendo estas condiciones, pudieron resistir con éxito la etapa más dura, y experimentaron un leve crecimiento en el segundo semestre.

Fuera de las grandes imprentas que trabajan para el segmento de consumo masivo y farmacéutica, el segmento medio y bajo de impresión comercial, vio un cambio marcado en los volúmenes impresos en tecnología digital. 

Ver máquinas offset de medio pliego parada fue una imagen recurrente de este período, mientras que las impresoras digitales se mantuvieron en régimen de manera continua, y en muchos casos representaron más del 50% de la facturación mensual. 

El perfil de cliente también cambió. Ante la caída de otro tipo de trabajos publicitarios tradicionales, artistas, pequeños autores, fotógrafos y nuevos emprendimientos vinieron a reemplazar parte de la demanda perdida. Más trabajos, de menor cantidad, y totalmente adaptados a cada caso y necesidad: esa es el tipo de producto que hoy predomina en la gráfica comercial. 

El servicio más allá del producto es otro factor fundamental; los procesos tradicionales de comunicación con el cliente y preventa quedaron obsoletos, ante las nuevas herramientas que se volvieron cotidianas, y la necesidad de alguien con la capacidad de interpretar y traducir las necesidades y expectativas del cliente en un producto terminado. 

En conclusión, aquellas gráficas que quieran mantener un negocio saludable, aprovechando los nuevos hábitos y demandas, deben aceptar estas condiciones, hacer un diagnostico real de su estado actual, y realizar las inversiones adecuadas para armar una estructura dinámica que pueda proveer más que piezas impresas: soluciones visuales y de comunicación.

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